La aparecida del Buceo (Montevideo, Uruguay)

Una noche fría y ventosa, cerca del cementerio del barrio Buceo un hombre vio mientras conducía en su auto a una muchacha joven y bonita al costado del camino. La chica hacía dedo, y aunque el hombre no tenía por costumbre levantar gente en la ciudad, parecía tan agradable y desamparada que decidió subirla al auto. Iniciaron una charla amena y descubrieron al instante una sintonía inmediata. Pasaron buena parte de la noche juntos y al terminar la velada el hombre la llevó a la casa donde la muchacha indicó que vivía. Al día siguiente, el protagonista de nuestra historia descubrió que la joven había olvidado su bufanda en el auto. Se dirigió hacia allí y golpeó la puerta de la casa que la joven había señalado. Una pareja mayor abrió la puerta, y cuando el hombre intentó explicar el motivo de su visita, preguntando por la chica, el matrimonio reaccionó violentamente. ¿Cómo se atrevía un desconocido a burlarse de la desgracia ajena? ¿Cómo podía hacerles afrontar el dolor de la pérdida? El hombre, que no entendía nada, intentó explicarse mejor y les mostró como prueba de su historia la bufanda. La pareja quedó helada, resolvió entonces hacerlo entrar a la casa y lo condujo a un cuarto. Allí, sobre una mesa, estaba el retrato de la joven que había levantado la velada anterior, abrigada por la misma bufanda que el hombre aferraba en sus manos. Sus padres le explicaron que la chica estaba muerta desde hace años y yacía enterrada en el cementerio cercano. Existen varias versiones sobre esta leyenda, que muchos cuentan como un caso de un conocido cercano. En una de ellas el hombre simplemente lleva la joven a la casa y nada sucede entre ambos, excepto un número de teléfono que ella le da. Cuando el conductor llama a la casa, los padres le explican la situación mencionada. En otra variante popular, el hombre le presta a la chica su bufanda para que se abrigue y se olvida de pedírsela antes de dejarla en su hogar. Cuando regresa al día siguiente para reclamarla se repite la escena, sólo que esta vez los padres conducen al hombre al cementerio ante su incredulidad. Allí, descansando sobre la lápida, encuentra enrollada su bufanda.

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